Sofía despierta por la mañana y con la cama compartida, solo tiende el lado derecho que ocupo en una noche extraña, donde fue ajena a cualquier debilidad que comienza en esa delicia de cuello y termina en rincones que ella misma desconoce de su imponente cuerpo, tratándose de lo contrario, o de lo que acabo de describir, ella de ninguna manera hubiese despertado y mucho menos tendido su lado de la cama(porque no tiene un lado exacto cuando esto sucede), pero más que ello es lo increíble de este y de cada detalle que tiene mi mujer con el hombre que ama, antes de poner un pie fuera de la cama, entrega un beso que puede hacerte regresar de cualquier sueño más profundo, a la vida misma tan perfecta a su lado, va a la cocina, prepara un jugo de naranja, mientras tanto una café de Bogotá llega gota a gota que inunda toda la casa, con un delicioso olor que se combina con el tocino en la sartén.
Cada palabra describe ahora la dimensión de cada adjetivo en lo precioso de vivir a lado de Sofía, ella es un día con ganas de abrazarla a cada instante, de atacarla a besos, de respirar ella, de sentir sus manos, de las mías enredadas a su cintura, de caer en su pecho deseando ser en mi otra vida ese lunar que lleva en medio, o vivir en el como si fuera un pueblo en medio del todo para mi, allí donde olvidamos el desayuno, después de una noche extraña.